Monday, March 27, 2006

Capítulo 7


Actriz, modelo, presentadora... y ramera de lujo


Se reconocen y protegen los derechos: a) A expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas y opiniones mediante la palabra, el escrito o cualquier otro medio de reproducción.

Constitución Española, art. 20, 1

Manuel es un adinerado empresario catalán cuya fortuna fue consolidada gracias a un braguetazo. Su esposa, con influyentes parientes en Marbella, desconoce totalmente su doble vida, pero Manuel de vez en cuando echa una canita al aire en clubes como el Riviera o el Saratoga, cercanos a su domicilio en Casteldefels. Sé que vive allí porque la noche que le conocí en uno de esos clubes, yo mismo me ofrecí a llevarlo a su hogar conyugal. Aún yo no lo sabía, pero el tipo moreno de ojos pequeños y brillantes que estaba con él, en la barra del Riviera, era un importante narcotraficante internacional, con el que yo terminaría negociando...
Sin embargo, en general, a Manuel no le gustan los clubes de carretera, ni siquiera aunque sean tan lujosos como los de Castelldefels. Él frecuenta otro tipo de servicios y, de no haber sido por su inestimable colaboración, yo jamás podría haber accedido a ellos. Se trata de las agencias más selectas que trabajan con las escorts, o prostitutas de lujo, más caras y sofisticadas. Éste es el escalafón más alto en el negocio del sexo profesional, vetado a los ciudadanos medios, y reservado a los puteros más adinerados. Empresarios, Políticos, actores o deportistas de elite, en disposición de gastarse entre 600 Y 42.000 euros —de 100.000 a 7 millones de pesetas por un rato de placer con una chica que haya sido portada de Interviú o MAN, o con una top-model reconocida, o incluso con una famosa actriz, cantante o presentadora de televisión.
Para cuando conocí a Manuel, ya llevaba muchos meses sumergido en el mundo de la prostitución, y podía permitirme cierta seguridad y experiencia al hablar del tema. Creo que fue eso, mi seguridad al hablar del negocio, lo que me hizo ganar su confianza.
Manuel pensaba que yo era un traficante de mujeres, entre otros negocios delictivos, con burdeles en Bilbao y Marbella. Sin embargo, en esta ocasión, lo de atribuirme la propiedad de un burdel en Málaga casi me cuesta un disgusto.
Aunque me lo explicó, no tengo clara la lejana relación familiar que Manuel tiene con el vidente de la jet más famoso de España, pero aquel parentesco hacía que conociese bien Puerto Banús y el elitista ambiente de los burdeles de Marbella. Así que jugué de farol y le cité algunos conocidos clubes malagueños como el Milady Palace de Puerto Banús, La Sirenita de Benalmádena, o los Selecta y Geísha de Torremolinos. Intenté hacerle creer que yo tenía algunas de mis rameras trabajando en aquellos locales, cuyos nombres le sonaban familiares y tragó el anzuelo con el sedal y la caña. Entusiasmado por nuestra incipiente relación, terminó por presentarme a Priscila, una rumana espectacular que ha llegado a cobrar hasta 400.000 pesetas por un servicio.
Priscila fue una «chica Fontaneda», y entre sus dientes se cuentan importantes abogados, toreros, empresarios y deportistas de Madrid y Barcelona. Me comentaba divertida, en una de nuestras últimas entrevistas, al poco de que la controvertida Nuria Bermúdez declarase, en verano del 2003, que se había acostado con media plantilla del Real Madrid, que la misma Priscila y muchas de sus compañeras habían hecho lo mismo mucho antes que la Ber1núdez. De hecho, debo confesar que los nombres de muchos componentes del club blanco han aparecido una y otra vez en mis conversaciones con prostitutas de toda España, con el agravante de que todas coinciden en los mismos detalles, así que debo deducir que cuando el río suena... Supongo que es mera casualidad, pero todas las prostitutas que me han relatado sus orgías con jugadores del Real Madrid eran de aspecto nórdico, auténticas valkirias. Mis ex camaradas de Ultrassur al menos podrán estar tranquilos en ese sentido. La unidad racial, aunque sea con rameras, ha quedado salvaguardada... Salvo por el detalle de que algunos de los mejores clientes de mis amigas eran todo lo contrario a hombres arios...
Orgullosa, Priscila presumía de sus recién adquiridos pechos de silicona, ciertamente esplendorosos, alegando que se los había puesto el mismo cirujano que a Yola Berrocal. Ignoro si este punto puede considerarse como algo digno de orgullo. Actualmente trabaja en uno de los burdeles más famosos de España, con sucursales en Barcelona, Madrid, Vigo, Marbella, etc. Sin embargo, hastiada de sus jefes, estaba dispuesta a conocer nuevos ambientes, y ahí es donde entraban mis supuestos clubes de lujo en Bilbao y Marbella. Además, Priscila, como el 90 por ciento de las meretrices que hay en España, carece de documentación legal, y yo le había hecho creer a Manuel que mis contactos con el crimen organizado incluían a falsificadores de pasaportes, tarjetas de residencia, ofertas de trabajo, etc.
La rumana acudió a la cita de la mano del putero, a bordo del espectacular descapotable rojo que le había regalado un conocidísimo empresario del mundo del espectáculo madrileño, encaprichado por los favores sexuales de la impresionante rubia con las tetas de Yola Berrocal. Como me había ocurrido con Susy en Murcia, me aproveché de mis viajes anteriores, en este caso por Rumania, para romper el hielo. Todas las mesalinas que he conocido recuerdan con cierta añoranza sus países de origen y aceptan entusiasmadas una conversación cálida e informal sobre la gastronomía, la historia, la música o la cultura de su patria. Así que desempolvé de la memoria mis recuerdos de Bucarest, Constanza, Tirgoviste o los verdes Cárpatos, y durante unos minutos creo que Priscila disfrutó con nuestro intercambio de recuerdos rumanos. Manuel sonreía satisfecho. Su intercesión había resultado enriquecedora para ambos.
Por fin, en un ambiente más distendido, la rumana comenzó a relatar, ante mi cámara oculta, su currículum profesional, que incluía haber compartido agencia con algunas de las cantantes, actrices o presentadoras más famosas de España, ejerciendo con ellas la prostitución en absoluto secreto. Priscila trabajaba en un local de alteme convencional, hasta que uno de sus clientes habituales, un conocidísimo abogado madrileño, le propuso cambiar de lugar de trabajo. Transcribo el español casi perfecto de Priscila, tal y como lo grabó su cámara oculta.
—Él me ha aconsejado que no esté cara al público todas las noches, que es mejor hacer las mismas cosas, pero en discreto y por más dinero. Y entonces me dio el número de teléfono de esta agencia.
—Llamaste a la agencia, ¿y? —Cuando llamé primera vez me han preguntado qué edad tengo, si tengo celulitis, si tengo estrías. Les he dicho que tengo veintisiete, aunque tenía ya veintiocho, y la edad máxima eran veinticinco. Pero cuando me han visto se han quedado encantados y me han hecho fotos en bañador y todo, y bueno, bien. Pero yo por ser normal y corriente, el precio eran 150.000.
—¿150.000 pesetas? —Esto fue hace tres años. El precio mínimo eran 150.000 pesetas y la chica más cara eran seis millones. La más cara era M. S.
Priscila había pronunciado el nombre de una famosísima presentadora de televisión. Me quedé anonadado, pero intenté mantener la compostura. Se suponía que, como proxeneta profesional, no deberían impresionarme aquellas revelaciones. Todos los periodistas de España hemos escuchado rumores sobre famosas actrices, modelos, cantantes o presentadoras que ejercían la prostitución en secreto, pero aquella voluptuosa y exuberante rumana me estaba explicando con toda naturalidad que una de las presentadoras más famosas de la televisión era su compañera de burdel hace sólo tres años.
En su libro Yo puta, Isabel Pisano relata un curioso episodio protagonizado por ella misma y una importante madame madrileña llamada Patricia, regente de una agencia de prostitutas de lujo. Según relata Pisano, la celestina le había pedido que intercediese presentándole a algunas famosas, que la tal Patricia intentaba reclutar para su agencia de rameras de alto standing: «Oye, yo tengo clientes maravillosos de cuatro y cinco millones de pesetas por una noche, pero tienen el capricho de Ivonne Reyes, Mar Flores, Ana Obregón. ¿No me las podrías presentar?». Según relata la autora de Yo puta, al interrogar a la madame sobre cómo pretendía convencer a aquellas famosas para que se prostituyesen a su servicio, ésta respondió: «Es muy fácil, al principio las contacto para un desfile de bañadores, y cuando llega el momento, les digo que el desfile saltó, pero que el dueño de la marca está dispuesto a pagar la misma cifra del desfile por una noche con ellas; la mayor parte acepta» (pp. 28-29).
La primera vez que leí el libro de Pisano, aquel párrafo me pasó desapercibido. Ahora estoy en disposición de certificar, por experiencia propia, que refleja una absoluta realidad. Yo también terminaría negociando el contrato de varios servicios sexuales con famosas españolas, cerrando el precio en 3 millones de pesetas por cada una. El nombre de la madame citada por Pisano era la argentina Patricia del Valle Areyes, y su agencia era la misma en la que trabajaba Priscila... Pero no adelantaré acontecimientos.
—Seis millones... Eso es mucho dinero.
—Lo que pasa es que no lo sé cómo tienen el trato, pero la mitad siempre es para la madame. Lo que sé es que la agencia quedaba en la calle Orense, en el edificio Eurobuilding-2, en la habitación 326. El teléfono sí que no me acuerdo. Me imagino que si vas allí, te abrirá una señorita muy amable, te invitará a una copita, y te enseñará el book de señoritas. Antiguamente sólo por ver el book eran 15.000 pesetas.
—¿Y quién aparecía en ese book? —No, las chicas que trabajábamos en esa agencia no podíamos ver el book. Pero el book lo sacaron en una revista... Dígame. Porque yo traté con el abogado Rodríguez Menéndez, poco tiempo, pero él lo sacó en su revista Dígame.
Inmediatamente anoté en mi lista de tareas pendientes una visita a la Hemeroteca Nacional, en la madrileña plaza de Colón, para buscar en los archivos de las publicaciones españolas la tal revista Díganw, aunque en ese momento opté por no interrumpir el relato de la rumana.
—Trabajábamos en hotel y en la misma agencia, que había dos cuartitos por si el cliente no tenía hotel y quería hacerlo allí. Si íbamos a hotel nos pagaba a nosotras el cliente y después le dábamos la mitad a la agencia, y si era en la agencia, al revés.
—¿Y por qué dejaste de trabajar allí? —Un día me llaman de la agencia y me dicen que hay un abogado de Barcelona que en vez de 150.000 sólo va a pagar 100.000 pero que es muy amable y muy rápido. Y si es muy rápido, eso es lo que importa, y son 100.000, bueno, 50 para mí y 50 para la agencia. Y si es rápido, y guapo, y amable, y joven, pues bueno, fui. Al principio bien, pero después se puso muy violento. Quería cosas, no sé, sin preservativo y tal. Y entonces, llorando, de rodillas, me dijo que nunca había pagado a ninguna chica tanto dinero. Le digo, pero si has pagado una mierda, 100.000. Y me dice, si he pagado 400.000 por ti. Entonces me puse a llorar, cómo podían darme a mí 50 y él pagar 400.000.
Aquella estafa por parte de la agencia marcó definitivamente a Priscila, que continúa ejerciendo la prostitución, pero por su cuenta. Por eso se había reunido conmigo. Tomen nota todas las escorts españolas, por si sus agencias también las están estafando, cosa que no me extrañaría. Sin embargo, lo más sorprendente estaba por llegar. Aquella misma agencia le había propuesto a Priscila acompañar a un cliente de confianza en un viaje a EE. UU., sin embargo, un problema legal con su visado impidió el viaje. Poco después le propusieron otro desplazamiento, con el mismo cliente, pero a México. Priscila cobraría 200.000 pesetas al día, durante una semana. Sin embargo, la rumana ya no confiaba en la agencia.
—Yo hablé con mucha gente y todos me han desaconsejado. Mira, ellos te pagan por adelantado, pero quién sabrá lo que pasará en México. Yo no sé qué rollos tendrán. Igual me venden por diez millones o por veinte a un burdel y no vuelvo jamás. Me destrozan la cara, me follan ahí cincuenta tíos, boca, culo, cara y todo y por eso decidí no ir. Me han dicho, pues no te llamamos más, y así se acabó.
¿Es posible que España no sea sólo un país de destino, sino que mafias españolas vendan a su escorts de lujo a su vez, a burdeles de otros países? A medida que profundizaba en esta investigación, la sensación de vértigo que me inundaba, haciéndome sentir que el suelo desaparecía bajo mis pies a cada paso, se agudizaba cada vez más. Pero todavía me aguardaban muchas sorpresas.
Con pasmosa naturalidad, Priscila me comentó que entre sus compañeras en aquella agencia se encontraban otras famosas presentadoras de televisión, cantantes y actrices, auténticos mitos sexuales entre los españoles. Al escuchar aquellos nombres, no pude evitar recordar que mi hermano pequeño todavía tiene en su habitación los pósters de alguna de aquellas famosas, que han sido portada de revistas como Interviú o MAN. Estoy seguro de que disfrutaría más que nadie de las revelaciones de Priscila, porque de pronto aquellas famosas habían dejado de ser mitos eróticos inalcanzables. Ya no eran tan sólo una adolescente fantasía sexual en un papel colgado de la pared. Cualquier español, con el dinero suficiente, podría materializar aquel sueño. Y nada diferenciaba a aquellas populares divas de la pantalla de Susy o de cualquiera de las rameras de burdel que había conocido en mi periplo por los lupanares de todo el país. Nada, salvo el precio. Sin embargo, esa diferencia abismal en los honorarios implica ciertos matices en el servicio, a los que ni las prostitutas callejeras acceden. Por ejemplo, es una ley no escrita entre las cortesanas de todo el mundo que cierto tipo de cosas no se pueden hacer, salvo que sean consideradas y pagadas como «servicios especiales», que no todas las furcias admiten. La inmensa mayoría de las mesalinas no accede al sexo anal, ni a la felación sin preservativo ni, por encima de todo, a besar en los labios. El beso en la boca se reserva para el amado y no se regala al cliente pago. Sin embargo, Priscila era contundente al tocar este punto en relación a las famosas.
—Te voy a decir una cosa, otra de las cosas que no me gustaba de la agencia es que, como decían que las que estábamos allí no somos profesionales, si el cliente decía que le chupes sin condón hay que chupar sin condón, y si quiere beso, también hay que besarle, y si quiere que le chupes el culo, también hay que chuparle el culo, ¿entiendes? Así de claro. Tan finas son, las famositas, por seis millones de pesetas...
Con muy buen criterio, Priscila añadía que seis millones es mucho dinero, pero si el cliente tenía una enfermedad, como el sida, y por realizarle una felación sin preservativo, la prostituta, famosa o no, era infectada, aquellos seis millones no compensaban.
—Malena, por ejemplo, empezó a trabajar en una sauna de Castellana, con una amiga mía. Antes de venir a la agencia. Como la Yasmine, que estaba en un chalet. Pero Malena Gracia empezó con una amiga mía...

Malena Gracia, de la sauna al Hotel Glarm

Buceé en la hemeroteca hasta hacerme con todos los números de la revista Dígame, de la que me había hablado Priscila. Y no podía dar crédito a lo que estaba viendo ante mí. En el mes de octubre del año 2000, el polémico abogado Emilio Rodríguez Menéndez presentaba en sociedad la revista Dígame. Con Rodríguez Menéndez como editor y Javier Bleda, otro histórico de la extrema derecha española junto a José Luís Roberto o Blas Piñar, como director, la pareja volvía a coincidir años después de su aventura al frente del diario Ya. El legendario rotativo madrileño se había ido a la quiebra tras la gestión de Menéndez y Bleda, que no habían dudado en publicar lo que nadie más osaba publicar, para intentar vender periódicos. Ellos fueron los primeros en divulgar la existencia de un vídeo pornográfico en el que presuntamente aparecería Pedro 1. Ramírez, director de El Mundo, con una prostituta de color llamada Exuperantia R. Menéndez y Bleda, sin par dúo dinámico, habían roto las reglas implícitas en el mundo de la comunicación, que acuerdan no airear los trapos sucios de los poderosos. Todos los periodistas, y me incluyo, hemos sufrido la censura alguna vez, al intentar divulgar informaciones políticamente incorrectas. Lo sé mejor que nadie. Muchos de mis reportajes han sido censurados, cuando no secuestrados totalmente por la cadena que debía emitirlos. Pero lo malo del binomio Menéndez/Bleda no era que osasen divulgar lo que todos preferían omitir, lo peor es que durante su gestión al frente de Ya, tampoco tenían pudor en inventar la noticia, cuando ésta no existía. Su vergonzoso fraude en tomo al sangrante caso Alcásser, cuando toda la opinión publica vivía con un dolor sin precedentes el triple crimen de Miguel Ricart y Antonio Anglés, todavía dama al cielo. Sin ningún tipo de respeto, Ya publicó en portada que habían descubierto y entrevistado a Antonio Anglés, el criminal español más buscado de la historia, en un país sudamericano. Ilustraban la entrevista con varias fotografías en las que el mismísimo Rodríguez Menéndez posaba con el supuesto Anglés. Las ventas de periódicos se dispararon, sobre todo cuando el propio Menéndez fue entrevistado por Pepe Navarro en su programa Esta noche cruzamos el Mississippi y contó con todo lujo de detalles su presunta investigación periodística, que habría desembocado en la localización del asesino de Alcásser. Pero la gloria le duró poco al abogado, ya que pocas semanas después de aquel pelotazo del Ya, los periodistas de Interviú localizaron en Argentina al supuesto Anglés, que resultó ser un simple modelo, físicamente parecido al asesino, que ni siquiera era consciente del escándalo que había desatado en España su aparición. Todo había sido un montaje urdido por Rodríguez Menéndez para vender periódicos, como terminaría confesando él mismo posteriormente.
Con semejantes antecedentes, la opinión pública ya sabía lo que podía esperar de la reaparición de Menéndez y Bleda ———quien, por cierto, había dirigido durante un tiempo la revista de Mario Conde, MC—. Desde su primer número, en que arremetía contra la periodista Karmele Mardiante desde la portada, Dígame se ganó las antipatías de toda la comunidad periodística española. Un pacto de silencio se cernió sobre la publicación de Rodríguez Menéndez y Javier Bleda, dispuestos a publicar lo que nadie se atrevía ni tan siquiera a sugerir en las tertulias televisivas sobre el mundo del corazón. Dígame se propuso no respetar nada ni a nadie, y lo demostró sin duda al llegar a su tercer número, publicado el día 6 de noviembre del año 2000. El titular de portada era tan grosero como elocuente: «Descubrimos una red de prostitución de famosas: Malena Gracia ejerce de puta».
En su línea de un seudoperiodismo salvaje y brutal, la revista Dígame había preparado una encerrona a Malena Gracia, con la que Rodríguez Menéndez había mantenido una relación sentimental, aunque intuyo más profesional que afectiva, que había saltado a la prensa rosa ese mismo año. La vedette y el abogado aparecían en actitud muy cariñosa —imagino que amor de pago— durante unas vacaciones en Miami. Ya he explicado que las meretrices deben aceptar prácticas sexuales que rozan las parafilias...
En venganza por el evidente desplante, supongo, ya que hasta la ramera con más estómago tiene un límite, un supuesto periodista había contratado los servicios de Malena en la misma agencia en la que trabajaba Priscila, citándose en un conocido hotel madrileño con la famosa cantante y actriz, que por aquellas fechas trabajaba con Arévalo en una serie de Antena 3.
El autotitulado periodista de Dígame había acudido a la agencia del edificio Eurobuilding-2 para ver el catálogo de prostitutas, pagando 15.000, pesetas por el derecho a ver el book, y 25.000, más en concepto de adelanto. Tras escoger a Malena Gracia para el servicio, pidió que se la mandasen al hotel Meliá Casfifia hacia las 20:30 horas de aquel 30 de octubre del año 2000, y Malena acudió a la cita. Una vez allí, exactamente en la habitación XXX, le abonó las 115.000 pesetas restantes, para completar las 150.000 estipuladas por acostarse con Malena Gracia. Y durante la siguiente hora y media mantuvieron dos contactos sexuales completos. Omitiré, por respeto, todos los detalles escabrosos que el pretendido periodista no omite en la revista de Rodríguez Menéndez.
Después del humillante montaje del falso Anglés en Ya, probablemente nadie conferiría ninguna credibilidad al reportaje sobre mesalinas famosas de Dígame, si no fuese porque el seudoperiodismo había grabado todo el episodio, escondiendo una cámara de vídeo en la habitación del hotel. Sin ninguna compasión por los sentimientos de Malena Gracia, Rodríguez Menéndez incluía varios fotogramas del vídeo, en los que la cantante aparece practicando el sexo explícito con su cliente, tanto en la portada como en el reportaje de Dígame. Pero pocos privilegiados pudieron ver aquel ejemplar del número 3 de la revista.
La publicación de Bleda/Menéndez era un semanario que aparecía los lunes, pero alguien había filtrado a la popular vedette que el lunes 6 saldría en portada de Dígame un reportaje sobre su doble vida, ilustrado con imágenes de uno de sus contactos sexuales. Ese alguien era Ana María B., una madre y esposa, ex miembro de la Guardia Civil, destinada en la vigilancia de la Casa Real, junto a otros compañeros de la III Comandancia, que había sido expulsada del cuerpo por ejercer la prostitución. Tras una investigación de Asuntos Internos, con expediente abierto el día 12 de agosto de 1997, una sentencia del Supremo confirma su expulsión del cuerpo «por ofender la dignidad de la institución y mantener conductas contrarias al Reglamento y a las Reales Ordenanzas». Había permanecido casi diez años en el cuerpo con un excelente expediente, hasta que se descubrió su doble vida, ilustrada en un sórdido vídeo grabado en la agencia en la que trabajaba, a través de una cámara escondida en el burdel para grabar a los dientes importantes. Sus compañeros de la III Comandancia, y después los de Asuntos Internos, contemplaron con morbosa curiosidad la imágenes registradas en esa cinta de vídeo, en la que el encargado del lupanar aparece enmascarado, cobrando a cada uno de los clientes que contratan los servicios de la guardia, señal inequívoca de que él sí sabía que una cámara grababa los encuentros sexuales de Ana María. Su posado, desnuda, en la portada de Interviú aún aparece, a mediados del 2003, en algunos books de famosas que yo he visto personalmente, en agencias de prostitución de lujo de Madrid y Barcelona, ignoro si con el consentimiento de la ínclita, que ahora posee varias peluquerías en Leganés. Al conocer su historia, inevitablemente recordé los apuntes del agente Juan sobre el injusto binomio Guardia Civil—burdeles...
El domingo 5 de noviembre, a las 17 horas, Malena Gracia se presentó en el juzgado de Instrucción número 18 de Madrid, acompañada de Ana María B., para interponer una denuncia contra la revista Dígame, en un intento desesperado por evitar que la publicación de Rodríguez Menéndez llegase a los quioscos de Madrid. Por suerte para la vedette, la distribución de Dígame se limitaba prácticamente a la capital de España.
A las 8 de la mañana del lunes 6, sin haber podido pegar ojo por la angustia y el terror de que su familia, amigos y fans descubriesen su vida secreta, Malena se personó en el juzgado de Instrucción número 2 de Alcobendas, acompañada por la ex guardia civil, para interponer una nueva denuncia contra Dígame, como último intento por evitar la distribución del número, que ya había salido de imprenta. Y lo consiguió, parcialmente.
A primera hora de la tarde la secretaria judicial se personó en la redacción de la revista para paralizar la distribución del número 3 de Dígame. Sin embargo algunos ejemplares estaban ya en circulación y, a pesar del tabú que se cernía sobre el tema de las famosas, algunos medios de comunicación, pocos y marginalmente, se hicieron eco de la noticia. A la semana siguiente, el número 4 de Dígame se agotó en todos los quioscos de Madrid, y Rodríguez Menéndez, envalentonado por el éxito editorial de aquella portada, que tenía aspecto más de vendetta personal que de interés periodístico, inició una campaña brutal y salvaje contra Malena Gracia, y contra otras famosas que, según él, ejercían la prostitución.
Durante varios meses se publicaron muchas noticias, comentarios de opinión —entre ellos, algunos muy hirientes firmados por Nuria Bermúdez, articulista fija en Dígame, que terminaría siendo también acusada por Menéndez de ejercer la prostitución—, y reportajes aportando infinidad de pruebas irrefutables sobre el trabajo de Malena Gracia como prostituta. La puntilla llega en el número 30 de Dígame, donde se publica una entrevista a Susana Iglesias, presente en todos los saraos de serie B del famoseo nacional de la época, desde el programa Tómbola hasta la portada de Interviú. En dicha entrevista, Susana Iglesias confiesa que ella también ha ejercido la prostitución, y se atreve a afirmar que no sólo Malena Gracia, sino otras muchas famosas presentadoras, modelos y actrices, cuyos nombres cita, eran sus compañeras de gremio. En el siguiente número de Dígame se reproduce una nueva entrevista a la Iglesias —quien, por cierto, hizo un pequeño papel, precisamente interpretando a una ramera de lujo, en Torrente 2—, y en la que se incluía copia de la denuncia presentada en una comisaría, al parecer tras recibir varias amenazas de muerte por haber revelado la doble vida de sus famosas compañeras de burdel de lujo.
Pese a ello, el día 16 de noviembre del año 2000, Malena Gracia tuvo el valor de acudir al programa Crónicas marcianas de Tele 5, para negar categóricamente que trabajase como cortesana en una agencia de prostitución de lujo. En aquella intervención televisiva, alegó que los fotografías reproducidos por Dígame pertenecían a un vídeo sexual doméstico, que ella había grabado tres años atrás con un novio italiano.
Rodríguez Menéndez, sin ninguna compasión, concentró páginas y páginas de su revista en aportar nuevas evidencias sobre Malena, y en el editorial del número 5 de Dígame, exactamente en la página 3, deja caer una amenaza velada a la famosa vedette: «... nos vamos a ver obligados, en nuestro próximo número, a regalar el vídeo en la revista para que nuestros lectores te puedan ver y, además, oír esa vocecita cuando le decías a nuestro periodista que te encantaría repetir con él, o esos grititos de pasión mientras hacías el acto por el que te pagaba ... ». Furiosa, avergonzada y humillada, Malena Gracia terminó confesando públicamente que el vídeo era auténtico, y que ella ciertamente había trabajado como prostituta de lujo, en la misma agencia que la rumana Priscila.
Pero Rodríguez Menéndez ya había descubierto el filón, y durante las siguientes semanas las portadas de Dígame alcanzaron cotas inimaginables de grosería y amarillismo, nunca antes visto en la historia de la prensa española. El controvertido abogado, sin pelos en la lengua, acusaba de ejercer la prostitución de lujo a una lista interminable de actrices, modelos y presentadoras famosas. Por supuesto, requeriría mucho tiempo, esfuerzo y sobre todo dinero averiguar si todas esas famosas llevan una doble vida como mesalinas de lujo, o si se trata de un nuevo embuste de Rodríguez Menéndez. Además, y en el supuesto de que fuese cierto, tampoco se trata de un delito.
Sin embargo, y sin ánimo de entrar en polémicas, me consta que algunas famosas trabajan como prostitutas en agencias de alto standing. Lo sé porque durante esta investigación yo mismo he negociado con sus madames un servicio sexual concreto. Y mientras lo hacía, pensaba de nuevo en Susy, la nigeriana de Murcia. Y me reafirmaba en que nada diferencia a Susy de Malena Gracia o cualquier otra ramera de gran lujo, salvo lo que pueden pagar sus dientes. El precio sigue siendo lo único que marca la diferencia entre una y otra.
En el número 43 de Dígame, y tras lo que imagino fue un angustioso suplicio familiar y profesional, Malena Gracia concede una entrevista a Emilio Rodríguez Menéndez, para aparecer con él en la portada y reconocer públicamente que el abogado tenía razón. En lo que a mí me parece una cruel humillación innecesaria, Malena se ve obligada a posar con el editor de Dígame —que terminaría despidiendo a Bleda, por lo que él asumiría también la dirección de la revista—, y a redactar una carta manuscrita en la que reconoce la veracidad de lo publicado, pidiendo perdón al abogado por haberse atrevido a negar públicamente su trabajo como ramera. Triste.
Esa confesión pública, aunque forzada por las circunstancias, es la única razón por la que yo publico el nombre de Malena Gracia como una de las prostitutas de lujo que trabajaba con Priscila en la agencia del Eurobuilding-2. Servirá para dar al lector una referencia del tipo de famosas al que me referiré más adelante, ya que dentro del mundo de las escorts de lujo existe un curioso sistema al valorar el precio que puede cobrar una mesalina.
Manuel, el empresario barcelonés, fue uno de los clientes de Malena Gracia. Pero también contaba, en su particular currículum, con otras famosas que habían pasado por su cama. Entre ellas, una de las top—model españolas más importantes, habitual en las pasarelas Gaudí, Milán o Cibeles y modelo del año; o una conocida presentadora de televisión, improvisada náufraga en una famosa isla. Fue precisamente él quien me pondría al corriente del sistema de valoración de las prostitutas más caras de España.
—Mira, una tía como Priscila, reconocerás que es una mujer espectacular. Pues una como ella puede costar de 100.000 a 150.000 pesetas el polvo. Pero si apareciese como portada de Interviú, MAN, Cosmopolitan, o cualquier otra revista importante, ya podría cobrar más. No sé, quizá 200.000 0 250.000. Pero si sale en televisión ahí es cuando realmente empieza a tener morbo. Yo he conocido a muchas azafatas de programas conocidos, o actrices que han hecho pequeños papeles, o que hacen spots comerciales. Una de ésas te puede costar 300.000 o hasta 500.000. Aunque todo esto es muy relativo. Pero las famosas de verdad, las presentadoras, actrices, cantantes, etc., ésas no te bajan del millón de pelas. Y dependiendo de que estén haciendo ahora algún programa importante o alguna película de éxito, te pueden cobrar 3, 4, o 6 millones...
Manuel sabía de lo que hablaba. Se había gastado auténticas fortunas en agencias de alto standing, y sus apreciaciones sobre la valoración de esas súper escorts resultaron ser exactas. Yo lo comprobaría personalmente poco tiempo después, al visitar de su mano varias de esas agencias de gran lujo. En cuanto a la oscilación tan abismal de los precios, tardé en comprender su sentido. Una misma chica, que obviamente gozaría de un físico excepcional, podía cobrar cinco o diez veces más, por hacer el mismo trabajo, dependiendo tan sólo de su fama. Una portada de revista o un trabajo como azafata de televisión eran el único factor determinante para que unos pechos sensuales, unas caderas voluptuosas o unas largas piernas triplicasen su valor de la noche a la mañana, o lo menguasen.
Según Manuel, algunas de esas seudofamosas de medio pelo, a las que conocemos como «freaks» en el mundo de la televisión, se esforzaban en aparecer en cualquier programa o portada, improvisando montajes absurdos y disparatados, sólo para que al volver a aparecer en la pequeña pantalla, su precio como prostitutas volviese a subir. Y es que algunas escorts de lujo, que durante un tiempo trabajaron de azafatas en programas como Goles son amores, Osados o Telecupón, o interpretando pequeños papeles en series de televisión, y podían cobrar casi un cuarto de millón de pesetas por servicio, sufrieron una fuerte depresión al desaparecer de las pantallas, junto con sus respectivos programas, y pasaron a cobrar un tercio o menos de ese dinero, por realizar el mismo servicio. Muy pocas, como Yasmine, «novia» del ex marido de Norma Duval, han confesado públicamente haber ejercido la prostitución.
En cuanto a los clientes de estos servicios, no hace falta ser demasiado brillante para deducir que no todo el mundo puede permitirse gastar 1.000, 3.000, o 6.000 euros en un servicio sexual. Obviamente, los clientes de este tipo de prostitutas son políticos, futbolistas, toreros, empresarios, actores... en definitiva, individuos muy poderosos, que sin duda sienten un morbo especial, una intensa excitación, al observar una revista de un quiosco de prensa, o al disfrutar de un programa de televisión en compañía de su esposa e hijos, y ver en la pantalla o en la portada a la que fue su amante por unas horas. Como decía alguien, lo único peor que no acostarse con Claudia Schiffer es hacerlo y no poder contarlo. Por algún tipo de atávico complejo de inferioridad, los hombres necesitamos reafirmar nuestra virilidad, en base a la cantidad y calidad de nuestras conquistas. Aunque, como en el caso del parchís, por cada una que nos comemos contamos veinte. Por eso, para los puteros de lujo, resulta casi tan satisfactorio como el momento del sexo en sí, el instante en que pueden enseñar a sus amigos la portada de una revista, o señalar en la pantalla a tal o cual azafata de televisión y decir: «A ésta me la tiré yo». Realmente, somos criaturas patéticas.
De hecho, a medida que profundizaba en esta investigación, me veía obligado a reconsiderar una y otra vez mis conocimientos sobre anatomía. Finalmente, concluí que la medicina y la fisiología yerran al considerar que los órganos humanos se sitúan en la misma parte del cuerpo en el caso de las hembras y de los varones. Sin duda, el cerebro masculino no se encuentra alojado dentro del cráneo, sino en algún punto de los genitales, lo que me lleva a la firme convicci6n de que, en nuestro caso, dolencias como la sífilis, la gonorrea o las ladillas podrían considerarse enfermedades mentales...

Políticos, empresarios, futbolistas... los puteros de lujo

A medida que examinaba minuciosamente todos los números de la revista Dígame, publicados entre el año 2000 y el 2002, aumentaba mí asombro y perplejidad. Emilio Rodríguez Menéndez no respetaba a nada ni a nadie. Ya en los primeros números, el dúo dinámico Bleda/Menéndez incluía en las páginas de tan insigne publicación un anuncio en el que buscaban «cazarecompensas» dispuestos a ganar hasta un millón de pesetas, a cambio de cualquier exclusiva, cuanto más cruel y sangrante mejor. Eran los precursores de la tele-mierda actual, pero en formato impreso. De esta forma, justo es reconocerlo, Dígame consiguió algunos documentos gráficos que ni siquiera Interviú se atrevería a publicar. Como por ejemplo, un extenso reportaje en el que Dinio García, famoso por su idilio con Marujita Díaz, aparecía en una orgía celebrada en Valencia, con presuntas menores. Las fotos son realmente fuertes, y ninguna otra revista del corazón osaría divulgar un material como aquél. Una vez más, Dinio, como Malena
Gracia, se beneficiaron del pacto de silencio que pesaba sobre todo lo publicado en Dígame, tanto como de la pésima distribución de la revista, casi limitada a Madrid. No obstante, exclusivas como aquellas sórdidas fotos del cubano confirieron a la revista cierta credibilidad, lo que agravaba aún más los brutales titulares de portada de algunos de sus números. Como muestra, valgan los siguientes:
—Número 14: «El PP se va de putas». Políticos preeminentes del partido del gobierno, señalados como clientes habituales de las rameras famosas.
—Número 22: «Dinio corruptor de menores». Unas jóvenes valencianas ceden a la revista embarazosas fotografías del cubano.
—Número 25: «Putas y famosas». Junto con otras presentadoras y modelos famosas, aparece la primera foto de Patricia del Valle.
—Número 38: «Putas famosas de vacaciones en Marbella». Un conocido vidente es señalado como el intermediario entre las famosas y sus dientes en Marbella.
—Número 55: «Famosos y políticos sadomasoquistas». Periodistas, dirigentes políticos y artistas reconocidos son señalados como clientes de gabinetes SM.
—Número 78: «Famosos grabados en casas de putas». Otra larga lista de futbolistas, políticos o cantantes grabados mediante cámaras ocultas en burdeles españoles de gran lujo.
Como ejemplo del amarillismo salvaje y destructor es más que suficiente. Por supuesto, y a pesar de lo audaz y temerario de estas acusaciones, Menéndez continuaba reafirmándose en las mismas semana tras semana, sin que ningún poder político o judicial quisiese o pudiese evitarlo. Sin embargo, prácticamente ningún medio de comunicación se hacía eco de tan feroces titulares, y un profundo vacío aisló al resto de los medios de comunicación.
—De toda manera preferiré tener cerca a una presentadora, o a una relaciones públicas, o a una tía que sea la imagen publicitaria de mi pueblo, que me pueda tirar, ¿tú no?
—Sí, ya, claro. —Pero tranquilo, a mí me conocen en todas las agencias, y si vas conmigo, no tendrás problema en que te enseñen los books, ni en tirarte a un famosa. ¿A qué famosa te gustaría tirarte?
No le contesté. No podría. Todos los hombres, y más los profesionales de la televisión que compartimos con ellas sala de maquillaje, comedor o cafetería en las cadenas nacionales, hemos divagado más de una vez sobre lo atractiva que es tal o cual presentadora, tal o cual actriz, o tal o cual azafata. Pero Manuel no divagaba. El empresario me estaba preguntando realmente a cuál de las estrellas de la televisión, que pueblan las fantasías nocturnas de los adolescentes, y no tan adolescentes, deseaba hacer mía.
De repente, se estaba abriendo ante mí un mundo completamente desconocido. Un mundo clasista, elitista y corrupto en el que no existe ni el respeto ni la dignidad; en el que un puñado de escogidos, poderosos por su dinero y por conocer las vidas secretas de otros poderosos, pueden plantearse en la vida real cuestiones que para el resto de los mortales tan sólo son una fantasía onanista.
«¿A qué famosa te gustaría tirarte?»
Ni siquiera me podía imaginar, en aquel momento, las implicaciones de aquel descubrimiento. ¿Qué tipo de personas puede gastarse 1, 2 o 7 millones de pesetas en acostarse con una estrella de televisión? Evidentemente, hombres poderosos, pero no necesariamente por actividades legales. Poco a poco, iría conociendo a algunos de los clientes que han disfrutado de los encantos de esas divas de la pantalla. Sus testimonios terminaron por convencerme absolutamente de que todo aquello era cierto, porque los comentarios de un empresario sevillano o de un narcotraficante gallego, que no) se conocían entre sí, resultaban ser exactamente los mismos al valorar la habilidad con el «francés», o el dominio del «griego», de una, conocida presentadora y actriz latinoamericana afincada en España. Y no hablo de conocimientos idiomáticos precisamente. Sin especificar el precio justo de ese servicio...
Merecería el espacio de todo un libro detallar el lamentable desenlace de uno de estos servicios, que terminó con la muerte de un famosísimo empresario en una suite de lujo, a causa de una sobredosis de viagra. El corazón del millonario no pudo soportar la excitación de poseer a aquella famosa presentadora de televisión.
Definitivamente, Manuel sería una pieza clave en esta investigación. Acordamos que visitaríamos las agencias de famosas en mi próximo viaje a Barcelona. Necesitaba un poco de tiempo para preparar un plan. Si ya resulta arriesgado introducir una cámara oculta en un burdel de carretera, profanar los secretos sexuales de los personajes más poderosos del país podría ser algo doblemente peligroso, y necesitaba meditar mi próximo movimiento.

¿Productor cinematográfico y traficante de menores?

Pensaba en regresar a Murcia para continuar mi investigación sobre Sunny, cuando de pronto me encontré una nueva pista inesperada, que me retuvo unos días más en Barcelona. Desgraciadamente todo se complicaría, y me vería obligado a salir precipitadamente de la ciudad y a finalizar mi relación con Jesús.
Jesús es un putero de la vieja escuela. Su trabajo en la oficina de Correos de Barcelona nutre su adicción a las pelanduscas, de la misma forma que la agencia de noticias de Paulino alimenta su dependencia de las furcias en Galicia. Probablemente porque ninguna mujer se relacionaría con tipos tan abyectos y lamentables sin una gratificación económica por adelantado. Pero sospecho que Jesús va más allá. Desgraciadamente no lo puedo demostrar.
Yo he bebido mucho con ellos. Formaba parte del trabajo de siembra, del que luego podría recoger frutos más o menos interesantes.
No recuerdo la visita a ningún lupanar de la que no aprendiese algo. Entre copa y copa siempre se les escapaba algún comentario, alguna indiscreción, que yo podría utilizar posteriormente... a pesar de las atroces resacas del día siguiente.
Jesús, como casi todos los puteros, bebe más de la cuenta, y gracias a su indiscreción tuve conocimiento de la presunta implicación de un conocido director y productor cinematográfico barcelonés en el tráfico de menores rumanas, explotadas sexualmente en el barrio de San Antoni. Inmediatamente me puse a seguir esa pista.
Como siempre, primero exploré la zona donde debería haberse desarrollado esa parte de mi investigación. Para ello, utilicé a una amiga personal de Jesús, que sin tener idea de lo que yo me proponía me condujo a la plaza de Pes de la Palla, en plena Ronda de San Antoni. Allí, cada noche, un puñado de rameras, muchas de ellas rumanas menores de edad, esperan pacientemente su turno para ser mancilladas por algún españolito que no quiera internarse en los alrededores del Nou Camp, zona de putas mucho menos discreta. Recorrí aquellas calles, la del Tigre, Joaquín Costa, Paloma, etc., estudiando las posibles rutas de escape en caso de contratiempos, y marcando los dos miserables hoteluchos presuntamente cómplices del delito. Y digo delito porque para subir a la habitación con el cliente, son las rumanas las que deben dejar su documento de identidad en la recepción —lógicamente los puteros, mayormente casados, no desean identificarse en ningún momento—, y se tratará del documento de una menor.
Todo estaba preparado y cierta noche yo debía reunirme con Jesús para conocer al productor y director cinematográfico en cuestión, quien ha participado en algunas de las películas más taquilleras del cine español de los últimos años. Llevaba ya varios días frecuentando el restaurante que hace esquina entre las calles de Floridablanca y Villarroel, justo debajo del domicilio de Jesús, y muy cerca de Pes de la Pau” donde suelen reunirse. Y de pronto, todo se fue al gárrete.
Fue una lamentable coincidencia. Jesús conservaba un ejemplar de la revista en la que había aparecido mi fotografía meses atrás. Al principio no había relacionado a Tiger88 conmigo, ya que jamás habíamos hablado del tema, ni tampoco existía ninguna razón para hacerlo. Pero aquella noche, y de forma casual, Jesús escuchó una entrevista al autor de Diario de un skin en la radio barcelonesa. La única condición que pongo para conceder entrevistas es que mi identidad continúe en el anonimato, y en este caso el técnico de sonido, un tal julio Perea, que me había prometido que manipularía mi voz para hacerla irreconocible, no lo hizo. 0 al menos no lo hizo lo suficientemente bien. Jesús reconoció mi voz y toda la operación se fue a la mierda por la incompetencia profesional de aquel técnico de sonido.
Estoy seguro de que toda la historia es real. De que aquel productor cinematográfico participa de alguna manera en el negocio de la prostitución, e intuyo que Jesús también, pero no tengo ninguna prueba. No pude obtenerlas a causa de que un preclaro técnico de sonido se atrevió a opinar que mi exigencia de alterar la voz durante las entrevistas a Tiger88 era sólo una cuestión de marketing, para parecer más misterioso y vender más libros. Su actuación irresponsable e incompetente podría haberme costado la vida, si en vez de un Jesús furioso a través del teléfono, hubiera sido un proxeneta armado el que me hubiera identificado por culpa de aquella entrevista. Suponiendo, claro, que julio Perea, como Luís Alfonso Gámez y otros periodistas afines al movimiento neonazi, no desease intencionadamente que alguien le pegue un tiro a cualquier persona identificada como , fuese yo o no.
Ante aquel imprevisto, me vi obligado a abortar toda la operación de las rumanas y salir precipitadamente de Barcelona. Imagino que ahora, esas menores continuarán siendo prostituidas en los alrededores de Pes de la Palla, pero yo no pude hacer nada por evitarlo, a causa de un técnico radiofónico. Quizá ahora comprenda que si renuncio al reconocimiento a mi trabajo, y exijo que mi imagen y mi voz sean distorsionadas en todas las entrevistas, es porque tengo buenas razones para hacerlo.

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