Sunday, February 05, 2006

Capítulo 1


Nazis versus proxenetas

Son punibles las asociaciones ilícitas, teniendo tal consideración: las que promuevan la discriminación, el odio o la violencia contra personas, grupos o asociaciones por razón de su ideología, religión o creencias, la pertenencia de sus miembros o de alguno de ellos a una etnia, raza o nación, su sexo, orientación sexual, situación familiar, enfermedad o minusvalía, o inciten a ello.

Código Penal, art. 515, 5.

Llegué a Valencia siguiendo la pista de un insólito colectivo empresarial. Los propietarios de burdeles, lupanares y prostíbulos de toda España se habían asociado en tomo a la iniciativa de un abogado valenciano con el fin de dignificar y sacar de la marginación social al «oficio» más antiguo del mundo. Porque así consideran los propietarios de ramerías a la prostitución: un trabajo como otro cualquiera. Yo disiento.
Pero mi visita a la patria de las fallas y la paella no podía ser menos oportuna. Mientras aguardaba a que el recepcionista del hotel completase mi registro, me entretenía hojeando el ejemplar de El Mundo que se encontraba a disposición de los huéspedes sobre el mostrador, y un elocuente titular acaparó toda mi atención: «El acto de España2000 contra la inmigración reúne a un centenar de skins en Russafa». Se me congeló la sangre en las venas.
Inmediatamente reclamé al recepcionista algún periódico local que pudiese ampliarme la información de El Mundo. Me entregó un ejemplar de Las Provincias, y en la página 26 de dicho diario me encontré con una inquietante fotografía, ilustrando otra noticia sobre la manifestación fascista de que hablaba El Mundo. Un numeroso grupo de ultraderechistas, entre los que destacaban algunos de mis viejos camaradas skinheads, protagonizaba una manifestación en contra de la inmigración, convocada por el partido político de extrema derecha España2000. En la imagen, y bajo una pancarta con la elocuente leyenda de «Los españoles primero», varios jóvenes lucían cruces célticas y cazadoras bomber, mientras exigían la expulsión inmediata de todos los inmigrantes ¡legales. Los folletos impresos por España2000 lucían las mismas consignas que todos los grupos neonazis con los que yo había convivido durante un año:
«Limpiemos Valencia. No a la droga, no a la delincuencia, no a la inmigración ilegal». Naturalmente, y como era de esperar, se produjeron disturbios, y varios cabezas rapadas agredieron a vecinos del barrio de Russafa, de origen magrebí. Y viceversa. Los eslóganes que yo mismo había coreado en otras manifestaciones similares: «La inmigración destruye tu nación», «sieg heil, sieg heil», etc., habían sonado en las calles de Russafa ese fin de semana. Y las banderas preconstitucionales, los emblemas de las SS, las esvásticas e incluso los símbolos de «Blood or Honour» habían sido inmortalizados por los fotógrafos de prensa.
No era la primera ni la última vez que los ultras se manifestaban en Russafa. Antes incluso de que España2000 ingresase en el registro de Partidos Políticos del Ministerio del Interior, el 17 de julio de 2002, ya habían organizado varios actos de provocación como aquél. El 2 de marzo de ese mismo año, según consta en mis archivos, España2000 ya había desarrollado una manifestación similar, encabezada por varios dirigentes de Democracia Nacional (DN), la Alternativa por la Unidad Nacional (AUN) de Ynestrillas, el Movimiento Social Republicano (MSR) y hasta por Alain Lavarde, representante en España de lean Marie Le Pen, y responsable de los contactos mantenidos por el ultra francés y sus correligionarios españoles.
El mismo Le Pen viajaría a Valencia para mantener una entrevista personal con los dirigentes de España2000, partido que desde el año 2002 ha ido aglutinando a la nueva extrema derecha española, puesto que sus filas se habían visto engrosadas por muchos de los veteranos ultras de AUN, Falange, Democracia Nacional, y por supuesto, con la mayoría de los radicales Yomus, hinchas ultras del Valencia Club de Fútbol.
Confieso que aquellas cruces célticas, aquellos cráneos rapados y aquellas cazadoras bomber, inmortalizadas en las páginas de Las Provincias y El Mundo, me trajeron muchos recuerdos y un atisbo de inquietud. Desde luego no podía haber llegado en momento más inoportuno. «Sólo me falta —pensé— que Tiger88 se encuentre, sin quererlo, en plena manifestación ultraderechista.» A los skinheads valencianos les encantaría saber que, justo ese día, el autor del Diario de un skin se encontraba en su ciudad. Y entonces, para acabar de arreglarlo, sonó el teléfono. Al otro lado del auricular Belén, mi editora de Temas de Hoy, me alertaba sobre un nuevo contratiempo.
—Toni, ¿has visto hoy el periódico? —No. Acabo de llegar ahora mismo a Valencia y estaba registrándome en el hotel. No te lo vas a creer, pero me he encontrado con una manifestación ultraderechista aquí, y esto está lleno de skinheads.
Belén se quedó callada un instante, como si estuviese buscando la forma más diplomática de darme una mala noticia.
—Consigue el periódico. Sale una foto tuya y creo que te pueden reconocer. Así que, por favor, ten mucho cuidado.
Las desgracias no viajan solas. Ya era mala suerte que mi visita a Valencia coincidiese con una manifestación llena de neonazis llegados desde toda España para apoyar a sus camaradas, pero que encima, y justo ese mismo día mi foto, aunque en medio de otros skinheads, apareciese en un periódico nacional, era el colmo. En el hotel no les quedaban periódicos y tuve que acudir a un quiosco para comprobar, con profunda inquietud, que la advertencia de mi editora era exacta. El trayecto de regreso, desde el quiosco hasta el hotel, fue toda una crisis paranoide. Imaginaba Valencia repleta de skinheads llegados desde otras ciudades para apoyar la manifestación de España2000, y que sin duda se habrían quedado a pasar el fin de semana con sus camaradas. Lo sé porque yo había participado en manifestaciones como aquélla y sabía que era muy probable que todavía permaneciesen en la ciudad los neonazis llegados de fuera. Por esa razón, al girar cada esquina contenía la respiración, con los cinco sentidos alerta por si me encontraba de frente con un grupo de cabezas rapadas. He de confesar que el corazón me daba un brinco cada vez que me cruzaba con un hombre calvo. Afortunadamente no hubo más sobresaltos hasta el hotel, a pesar de llegar a la conclusión de que la alopecia es un mal creciente entre la población masculina española...
Antes de volver a mi alojamiento conseguí unas tijeras y una maquinilla de afeitar. En el baño de mi habitación procedí a cortarme el pelo y la barba yo mismo, dejándome un pintoresco bigote, y un lamentable peinado. Pocos minutos después tenía un aspecto francamente ridículo, pero la estética me preocupaba mucho menos, en aquel momento, que la posibilidad de que alguien pudiese reconocerme en la fotografía de Tiger88 publicada en el semanario. En ese momento no podía ni imaginarme que aquel improvisado cambio de imagen probablemente me salvaría de una situación francamente comprometida, S610 24 horas después.
A la mañana siguiente me levanté temprano, aunque no tenía establecida mi cita con el fundador y secretario general de ANELA hasta el mediodía de ese lunes. Las pesadillas de aquella noche no me habían permitido descansar y me encontré despierto, empapado en sudor, casi al amanecer. Como en tantas otras noches de angustia, en sueños aparecía una jauría de lobos arios que me perseguía hasta darme alcance y despedazarme. Mi amigo Virgilio ya me había advertido que lo peor de una infiltración no son los individuos demoníacos con los que tendría que convivir durante el día a día, sino los demonios agazapados en mi mente, con los que tendría que enfrentarme cada noche. Y Virgi sabía de lo que hablaba por experiencia.
Como no podía conciliar el sueño, me duché y bajé a desayunar cuando todavía no se había abierto el comedor del hotel. Afortunadamente, la encargada se apiadó de mis ojeras, y dado que era el único diente en pie, hizo una excepción y adelantó unos minutos el servicio de restaurante para conseguirme un café bien cargado y unos bollos.
Mientras me «chutaba» una dosis de cafeína intenté exorcizar de mi mente a los skins, concentrándome en el estudio de la documentación que había recogido sobre el mundo de la prostitución en la página web de ANELA. Al fin y al cabo había viajado hasta Valencia para intentar infiltrarme en las mafias internacionales de la trata de blancas, y no para nada que tuviera que ver con los neonazis. Estúpido de mí, qué temeraria es la ignorancia.
ANELA, o lo que es lo mismo, la Asociación Nacional de Empresarios de Locales de Alterne, era una agrupación completamente pionera en el ámbito de la prostitución. Reunía a los propietarios de burdeles de toda España y, si no andaba equivocado, podría ser una excelente puerta de acceso para familiarizarme con el mundo de la prostitución, o incluso para intentar acceder a los proxenetas.
Según la información recogida en su página web, ANELA llevaba casi tres años funcionando. En este tiempo, docenas y docenas de burdeles habían ingresado en tan insólita confederación del vicio y el sexo de pago. Su archivo de prensa, que me había bajado de la red al disco duro del ordenador portátil, aportaba una infinidad de datos interesantes sobre un mundo tan morboso y fascinante como desconocido para mí. Pero ni siquiera en su archivo pude obtener cifras precisas sobre el número de mujeres y niñas que ejercen la prostitución en España, puesto que, según todas las fuentes oficiales que consulté durante la investigación, parecía rondar entre trescientas mil y seiscientas mil.
Tampoco encontré el número exacto de los miles de prostíbulos que existen en nuestro país. Ni siquiera la cantidad de mafias, grupos de crimen organizado y bandas de delincuentes transnacionales que nutren a esos burdeles de carne joven y fresca para saciar el apetito sexual de los varones españoles... No hay cifras. Sin embargo, la sordidez, crueldad, asco y mierda que se derrama de los titulares de prensa archivados en la sección de hemeroteca de www.anela.com contrasta con la esmerada apariencia de modernidad, legalidad y elocuencia del resto de la página web. En principio, ANELA es simplemente una «asociación de empresarios que se dedican a trabajar honradamente en el campo de los servicios y la hostelería». Aunque en realidad, lo pinten como lo pinten, su negocio sea el de explotar la belleza de las mujeres, mientras la desesperación, las drogas o la culpabilidad no terminen por destruirlas.
No me gustan los chulos, ni los proxenetas, ni los puteros, ni tampoco los «honrados empresarios que quieren dignificar el ,,oficio” más antiguo del mundo». Confieso que a prior¡, y sin ninguna razón justificable, me caen mal. Sin embargo reconozco que José Luís Roberto Navarro, fundador de ANELA, estuvo muy amable conmigo cuando hablé con él desde Tenerife dos días antes. Por teléfono parecía un tipo cordial y dispuesto a colaborar. Sin embargo, y por pura precaución, para conseguir la entrevista le di un nombre falso y me hice pasar por el representante de una ONG dedicada a trabajar con inmigrantes que ejercían la prostitución. Mi ficticia ONG pretendía elaborar un informe sobre la situación del tráfico de mujeres en España, y por esa razón quería conocer la asociación fundada por Roberto. Me citó en su despacho del número 4 del Pasaje de Rusafa, sede de Levantina de Seguridad, una importante empresa que nutre de guardas, escoltas, porteros de discoteca, vigilantes jurados y demás profesionales de la seguridad, a pubs, discotecas y locales de alterne de toda la región. José Luís Roberto es el director de dicha empresa.
Justo antes de llegar al local, activé mi cámara oculta. Levantina de Seguridad, haciendo honor a su nombre, es un auténtico búnker. Varios pisos plagados de cámaras de vigilancia, cajas de seguridad repletas de armas, etc. El empleado de la recepción, con aspecto de veterano militar recién jubilado, me interrogó sobre el objeto de mi visita.
—Buenas tardes, ¿qué desea? —Estoy citado con el señor José Luís Roberto. Me está esperando.
—Espere ahí un momento.
El tipo, de unos sesenta o sesenta y cinco años, descolgó el auricular telefónico para advertir a Roberto de mi presencia. Su pelo cano cortado a cepillo, su camisa y pantalón perfectamente planchados, su tono sobrio y solemne... todo en él recordaba un estilo de vida marcial y castrense, muy acorde con una empresa paramilitar como ésa.
Mientras esperaba la autorización para subir, pude contemplar durante unos instantes la planta baja del local. En las paredes abundaban las fotografías, rigurosamente enmarcadas, de anteriores promociones de la academia. En las imágenes aparecían docenas de jóvenes, con el pelo cortado al cero o al uno, haciendo prácticas de tiro y artes marciales... Aquello me traía muchos recuerdos. Varios de aquellos jóvenes, o algunos que se les parecían mucho, subían y bajaban las escaleras, o entraban y salían de las aulas. Y atribuí a la paranoia que sentía tras la publicación de Diario de un skin la creciente incomodidad que me embargaba al ver que me rodeaban tantos cráneos escasos de pelo. Me reafirmé de nuevo en lo de la alopecia. «Casualidad, es pura casualidad —me decía, intentando tranquilizarme—. Son muchachos aficionados a las armas, a la cultura paramilitar, a las artes marciales... Pero sólo son aspirantes a guardias de seguridad o a porteros de discoteca... y no tienen nada que ver con los skinheads.» Y cuando ya estaba riéndome de mi propia obsesión, el timbre del móvil me rescató de mis pensamientos. En mala hora decidí contestar.
—¿Diga? —¿Antonio Salas? —Sí, soy yo. —Hola, soy Ángela, la periodista de El Mundo con la que hablaste ayer.
Ángela es una periodista de la delegación de El Mundo que ha realizado muchos reportajes sobre la prostitución en la comunidad valenciana. Es íntima amiga de Gisela, compañera del equipo de investigación de Tele 5, quien me había proporcionado el contacto para que una vez que hubiese llegado a Valencia, me facilitase algunas pistas para continuar mi investigación sobre la trata de blancas. Y así fue. Tras telefonearla desde el hotel, nada más cortarme el pelo y la barba, le había pedido que buscase en su archivo toda la información que pudiese sobre los prostíbulos valencianos y ANELA, la asociación que los federa. Ahora me llamaba para darme esos datos.
—Tengo la información que me pediste. ¿Podemos vemos ahora?
—Temo que no. He quedado con José Luís Roberto, el de ANELA, y ahora estoy en su oficina para...
—¡Joder! Tú estás loco. —¿Por qué? —¿Dónde estás? —En su empresa, en Levantina de Seguridad... —¡Sal de ahí ahora mismo! ¡Lárgate pitando! —Pero ¿qué ocurre? —¡Joder! Roberto es el presidente de España2000, el partido ultraderechista que organizó las manifestaciones de este fin de semana.
La mayoría de sus «seguratas» son skinheads. Varios están en espera de juicio por dar palizas en los burdeles o en discotecas. Su empresa de seguridad tiene más denuncias que ninguna otra por la violencia de sus empleados. Y él es el candidato a la alcaldía de Paterna en estas elecciones... ¿Te parece poco? ¡Sal de ahí ya!

Expulsar a los inmigrantes y lucrarse de las inmigrantes

De pronto el mundo se hundió bajo mis pies. Aquella empresa de seguridad, repleta de cráneos rapados, era el peor lugar del mundo para que se encontrase Tiger88. Supongo que fue el arrebato de pánico, pero incluso me pareció reconocer, en alguno de los jóvenes alumnos de aquella academia, a los rapados que exhibían cruces célticas y cazadoras bomber en las fotos de El Mundo y Las Provincias el día anterior. Y para colmo, en el suplemento de ese mismo periódico del grupo Correo aparecía una larguísima entrevista detallando mi infiltración en los skinheads. No podía estar en peor lugar y en momento más inoportuno. Sentí pánico.
Opté por una retirada estratégica, pero cuando me dirigía disimuladamente hacia la puerta de salida, dos tipos me salieron al paso para, tan cortés como enérgicamente, indicarme que les siguiese. José Luís Roberto iba a recibirme en ese momento. Tenía una fracción de segundo para sopesar los pros y contras de la situación y decidir cuál sería mi próximo movimiento.
El factor sorpresa conspiraba a mi favor. Por eso pensé que si disparaba una patada contra los testículos de uno y al mismo tiempo un puñetazo contra la barbilla del otro, quizá podría tener una oportunidad. Podía intentar escurrirme entre aquellos tipos de la entrada y echar a correr como alma que lleva el diablo, hasta dejar atrás Valencia. Esto garantizaría quizá mi seguridad, pero desde luego me delataría y acabaría con la posibilidad de conocer ANELA y los prostíbulos que asocia. Por eso la otra opción, la de confiar en que mi ridículo corte de pelo y mi bigote hiciesen irreconocible a Tiger88, fue tomando fuerza hasta convencerme en aquel momento de que la entrevista con José Luís Roberto me aportaría pistas muy útiles para mi investigación sobre las mafias. Además, debo confesar que aquella insólita relación entre un partido ultraderechista, que veinticuatro horas antes se manifestaba por la expulsión de los inmigrantes, y una asociación que en definitiva se nutre en más de un 95 por ciento de las inmigrantes que ejercen la prostitución despertaba mi curiosidad periodística. ¿Realmente podía alguien ser tan hipócrita? «Si no me pillaron en La Bodega ni en el Bernabéu —pensé— no me van a pillar aquí ... » Había recorrido muchos kilómetros hasta la península como para abandonar ahora. Aunque era verdad que, tras la publicación de Diario de un skin, los nazis habían abierto un cerco sobre mí, buscándome por toda España. De hecho, comenzaron a circular todo tipo de historias disparatadas sobre quien esto escribe: que si me había hecho la cirugía estética, que si había salido del país, que si vivía recluido en un zulo... Incluso se empezó a especular, en los foros neonazis de Internet, sobre la identidad real de Tiger88.
A mi conocimiento habían llegado casi media docena de supuestos verdaderos nombres de Antonio Salas; entre otros, el de un médico gaditano, un ufólogo gallego, un escritor madrileño y hasta un barcelonés judío (?). Unos decían que en realidad se trataba de un espía del Mossad; otros, que era un gay resentido con los nazis e incluso algún «lince» llegó a publicar que yo trabajaba para la Policía en una campaña orquestada contra el movimiento neonazi por el Ministerio del Interior... Evidentemente algunos nazis creían tenerme identificado, pero me consta que otros oportunistas simplemente querían utilizar el odio de los skins contra Tiger88 para perjudicar a algún enemigo personal, asegurando que tal o cual persona era el verdadero Antonio Salas.
Algunas de estas hipótesis, incluso, se acompañaban de fotos, páginas web y otras supuestas pruebas sobre mis verdaderas identidades, en algunos casos verdaderamente imaginativas. Mi apartado de correos y mi buzón electrónico rebosaban amenazas de muerte, e incluso hubo algún cretino que telefoneó a mi editorial para proferir insultos y amenazas contra mis editores. Evidentemente, se localizó el teléfono desde el que hizo su llamada: el domicilio familiar. Las bravatas del joven neonazi se zanjaron con una amonestación verbal.
Lo triste es que hasta hubo un puñado de periodistas que se aliaron con los nazis —suponiendo que no lo estuviesen anteriormente—, para intentar dar caza a Tiger88. Uno de ellos, Luís Alfonso Gámez, que sorprendentemente trabaja en El Correo Español, diario decano del grupo en cuyo suplemento se había publicado el día anterior mi entrevista, se había empeñado en identificarme con algún enemigo personal suyo, a quien deseaba que los skinheads eliminasen. De nuevo los cabezas rapadas estaban destinados a hacer el trabajo sucio que los «serios» y «éticos» no se atreven a hacer por sí mismos. Es triste que uno de ellos fuese un compañero de profesión. Afortunadamente, y por lo que he podido saber hasta hoy, ninguno de los supuestos Antonios Salas ha sufrido ningún percance por mi causa. Supongo que, a pesar de las bravatas e insultos de los skins más violentos y de las amenazas anónimas, en el fondo no tienen ninguna certeza sobre la verdadera identidad de Tiger88.
La verdad es que todos esos rumores absurdos me beneficiaban, ya que mientras los neonazis y sus colaboradores creyesen haber identificado a Antonio Salas, yo tenía libre el camino de mi investigación sin levantar sospechas. Esta es la razón por la que he tenido que mantener en secreto mi identidad, hasta soportar en silencio las conjeturas más absurdas y ridículas, y por lo que en ningún momento he podido disfrutar del éxito editorial de mi libro.
Reconozco que me habría encantado salir a la luz pública mostrando mi verdadera identidad. Sin duda mi ego me lo habría agradecido, pero de haberlo hecho, no tendría ninguna posibilidad de salir indemne del local en el que me encontraba en aquellos momentos y me habría cerrado todas las puertas para otra posible investigación. No obstante había resistido la tentación de la vanidad, y mi verdadera identidad no se había hecho pública. Así que, racionalmente, era imposible que los skinheads valencianos, que tan sólo conocerían los supuestos «verdaderos Antonios Salas» que aparecían en los foros nazis de Internet, pudiesen reconocerme. Sin saberlo, su odio los convertía una vez más en marionetas manipulables en mi beneficio. Por eso tenía que conseguir calmarme.
Mi problema no era que me reconociesen los ultras, sino que mi propio pánico me delatase. Finalmente decidí desatender la advertencia de Ángela, y tentar mi suerte una vez más. Aspiré profundamente, apreté los puños y seguí a los dos tipos de Levantina de Seguridad hasta el despacho de José Luís Roberto, en la planta superior de la academia, rogando que mi ángel de la guarda estuviese bien atento a mis pasos.
Subimos las escaleras y recorrimos el pasillo, dejando a mi derecha varias aulas y despachos, mientras yo me concentraba en normalizar mi respiración. Tenía que conseguir parecer tranquilo o todo se iría al traste. Respiraba e inspiraba profundamente, suplicando a los dioses paganos que mi piel no traspirase excesivamente. De pronto sentí unas ganas enormes de orinar, lo que trajo el recuerdo de mi primer viaje a Alcalá de Henares, para visitar La Bodega. Y no me ayudaba pensar en cómo reaccionarían los ultraderechistas y skinheads que estudian y/o enseñan tiro, artes marciales, etc., en aquella academia de seguridad, si supiesen que el autor del Diario de un skin estaba en esos momentos en su propio local... y con una cámara oculta.
Lo que yo ignoraba totalmente —de saberlo quizá, no habría seguido adelante— es que entre los hombres de confianza de Roberto vinculados a España2000 y Levantina de Seguridad, se encuentran algunos de los personajes más relevantes en la reciente historia skinhead y ultra, como Moisés, uno de los supuestos implicados en el asesinato de Zabaleta y, según me revelaron fuentes del Grupo de Violencia en el Deporte del Cuerpo Nacional de Policía de Madrid, guardia de seguridad e hincha ultra de la peña valenciana del Atlético de Madrid. Moisés habría dado cualquier cosa por saber que jamás había tenido a Tiger88 tan cerca. Al igual que un instructor de kárate de la Levantina, el célebre coronel Sanchís, un antiguo monitor de artes marciales de la siniestra Brigada-26 de la Policía valenciana, que a finales de los setenta pasó al servicio de orden de Fuerza Nueva, de la mano de un supernumerario del Opus De¡ y mano derecha de Blas Piñar. El coronel, que cumplió condena en Francia, y que tras una permanencia en EE. UU. volvió a Valencia, es uno de los hombres de confianza de Roberto. Por no hablar de docenas de cabezas rapadas, porteros y vigilantes de los burdeles de ANELA, pertenecientes a la Levantina y a SERVIPROT. Con alguno de ellos, responsable de la seguridad en prostíbulos tan importantes como el He1p o El Cisne, terminaría estableciendo una buena amistad meses después, al frecuentar esos lupanares, por lo que fui recopilando jugosísimas informaciones sobre España2000 y el movimiento ultra valenciano.

Regresando a la boca del lobo

Cuando entré en el despacho de José Luís Roberto se diluyeron todas las dudas que aún pudiese albergar sobre la relación entre Levantina de Seguridad y la ideología ultraderechista de España2000: una enorme bandera preconstitucional y un retrato de Primo de Rivera, entre otros elocuentes símbolos fascistas, presidían la oficina del fundador de ANELA.
Sobre su mesa encontré varios folletos y papeletas que ilustraban su candidatura a la alcaldía del pueblo de Paterna, por el partido España2000. Su lema electoral: «Las soluciones de hoy con los valores de siempre... POR SEGURIDAD», hacía clara alusión a la empresa en la que me encontraba. Para acabar de «tranquilizarme», pude ver de reojo, sobre la estantería, un revólver y varias balas... En ese momento ignoraba que a lo largo de esta investigación llegaría a tratar con excesiva frecuencia con tipos armados.
—Buenas tardes. ¿Eres José Luís? —le tuteé intencionadamente con la esperanza de romper su desconfianza lo antes posible, para parecer un camarada y no un infiltrado.
—Sí, soy yo. Siéntate, siéntate... José Luís Roberto Navarro es un hombre aparentemente afable y cordial. Aprieta al estrechar la mano y mira a los ojos. Me recordó a algunos de mis ex camaradas skinheads, que son abogados como él. Aparenta unos cincuenta años, y todos sus gestos rezuman un aire marcial que queda frustrado por un defecto físico notable: sufre una cojera a causa de tener una pierna notablemente más larga que la otra, lo que intenta disimular utilizando un calzado especial —uno de sus zapatos tiene un alza de unos 15 0 20 centímetros. Sin duda esta circunstancia lo ha imposibilitado para la carrera militar que, probablemente, le gustaría haber vivido. No puedo evitar especular, por lo que imagino que ha compensado sus aspiraciones castrenses con los cachorros neofascistas que, obviamente, engrosan las filas de los «seguratas» de su empresa y de su partido político.
—¿En qué te puedo ayudar? —me pregunta amablemente. Siento que estoy nervioso, inseguro de mi papel, y a la vez no dejo de vigilar la puerta del despacho, esperando que, en cualquier momento, entre una docena de cabezas rapadas gritando: «¡Este tío es Antonio Salas y te está grabando con una cámara oculta!». No hablo con convicción al explicarle a Roberto por qué estoy allí. Vuelvo a pensar que debería haber hecho caso a Ángela, y haberme largado mientras aún estaba a tiempo. Sin embargo, parece que mi intención de entrevistarlo por su relación con ANELA para realizar un estudio sobre la prostitución en España le convence. El presidente de España2cicio empieza a hablar por los codos. Un servidor se limita a transcribir la conversación.
—¿Qué significa ANELA? —Asociación Nacional de Empresarios de Locales de Alterne. —¿Y cómo se te ocurrió crear esta asociación? —Esto empezó hace tres años, por una experiencia que yo tuve en un local de alterne... Me llaman a una redada y veo cómo la Policía entra allí como si fueran Torrente. Es decir, actúan encendiendo las luces, apoltronando a las mujeres sentadas en el suelo como si fuesen ganado, tirando a los clientes a la calle... y todo se hace por un control rutinario, de acuerdo a la antigua Ley de Extranjería. 0 sea, por una infracción administrativa de la caducidad del visado de pasaporte. Pero claro, es un establecimiento comercial, con sus licencias como hotel y como bar. Y si yo me voy al hotel Astoria, aquí en Valencia, pues también me encontraré extranjeros que están hospedados, que les ha caducado el visado de extranjería. Pero los modos con que se actúa no es cerrando el bar del Astoria, el comedor del Astoria, poniendo a todos los extranjeros sentados en el suelo, eh, y tratándolos como si fuesen ganado... Tienen que tener los mismos derechos, esta gente, que cualquier otro ciudadano. Me refiero a los propietarios de los locales. Pero es que luego veo cómo entran por la fuerza en las habitaciones. Y cuando llego a decirle a la Policía que está interviniendo una habitación en un hotel legal, que tiene un derecho de domicilio, y que entrar en una habitación sin una orden judicial de registro es una violación de domicilio’ y es un delito grave en el Código Penal, pues acabo a punto de ser esposado y de detenerme.
—¿Y qué ocurrió? —Pues que llega alguien que manda la unidad, que es más inteligente. Viendo que yo, pues aceptaba perfectamente que me esposaran y que me detuvieran, porque quería ver hasta dónde llegaba el circo y cómo explicaban este circo. Porque ya lo último que faltaba es que me llevaran a mí detenido, por desacato o por algo, cuando lo que estoy diciendo es que se cumpla la ley. Pues entonces alguien que mandaba las fuerzas, que era medianamente más inteligente, pues toda la historia se calmó. Entonces yo me di cuenta de que la única forma que tenía esta gente para salir de ese annario de oscuridad que se pone el club, que estaban como delincuentes, es reivindicar sus derechos y hacer que se cumpla la ley. Entonces convocamos una reunión de propietarios de locales, en Madrid, en el hotel Cuzco, a finales del año 2001. Se reunieron varios propietarios de clubes, y de ahí salió la idea de crear una asociación llamada ANELA. Se registró esa asociación, no hubo ningún problema, porque una cosa es que no esté regulado y otra cosa es que esto sea ¡legal.
Es decir, tener un club y la prostitución tampoco es ¡legal, el proxenetismo sí. Que una gente realice actos sexuales bajo precio para quedárselo un tercero, por coacciones, sí que es ¡legal, pero sin coacciones, no... Y entonces, pues bueno, empezamos a mover el tema en los medios, a dejar que la prensa entrara y vieran los clubes, y aunque habrá de todo, que vean que los clubes no son necesariamente sitios donde se explota a las mujeres. Porque hay negocios que mueven mucho dinero, con muchos empleados, que se ejerce el sexo entre adultos, previo pago, pero se ejerce con libertad.
—¿Voluntariamente? —No van obligadas. Piden plaza y, por acoplarse a la ley, lo que han hecho es funcionar como hoteles. Y lo que hacen los empresarios es alquilar instalaciones. Es decir, alquilar la habitación con pensión completa. La señorita te paga... Luego cobras la entrada al cliente del club porque hay un espectáculo. Y cobras las copas al precio que se cobran en cualquier discoteca...
José Luís Roberto intentaba transmitirme una imagen del mundo de la prostitución totalmente limpia, legal y aséptica. Como si las mujeres que ejercen este oficio fuesen ciudadanas libres y adultas, que voluntariamente y sin ninguna coacción decidiesen vender su cuerpo y su dignidad, para ejercer una profesión tan honrada como cualquier otra. Al fin y al cabo, según este criterio, tener que chupar el pene, que te rompan el ano, o aguantar en la cara los resoplidos de un tipo sudoroso y baboso mientras te penetra, es un empleo tan normal como el de una maestra, azafata, abogada o cocinera.
Yo no puedo evitar que toda esa palabrería me parezca una justificación absurda. La argumentación de un putero que intenta dignificar el mundo en el que se desenvuelve. Pero en ese momento no estaba en disposición de discutir con Roberto, y bajo ningún concepto quería correr más riesgos que los que ya había asumido al entrar en el despacho del presidente de España2000. Así que opté por continuar la entrevista sin mostrar ninguna opinión.
—¿Cuántos clubes están asociados a ANELA? —En este momento hay unos 8o clubes de pleno derecho, y unos 12o que están esperando que los servicios de la asociación vayan a pasar las inspecciones para darles la placa de calidad ANELA.
—¿Cuáles son los requisitos para recibir esa garantía de calidad? —Primero que eres empresario, si no, no puedes pertenecer a una asociación empresarial; que no hay mujeres obligadas, que no hay drogas y que no hay menores. Si cumples esos tres requisitos: que no hay mujeres obligadas, drogas ni menores, puedes recibir la placa de ANELA—
Realmente, según este punto de vista, los propietarios de los lupanares resultan honrados empresarios que velan por el bienestar de sus rameras, como una especie de altruistas caballeros andantes. Sin embargo, aun en ese momento tan temprano de la investigación no pude evitar sentir un profundo escepticismo. Detrás de aquellas argumentaciones se podía intuir que la inmensa mayoría de ellos lo único que pretenden es conseguir beneficiarse de las prostitutas de cualquier manera, ya sea sin pagar sus honorarios, o a costa de la empresa. En este sentido, una frase de Roberto que transcribo directamente de la grabación parecía darle la razón:
—La verdad es que al principio visitar clubes para dar las placas de calidad era una cosa que nos seducía, pero ahora hay que ir cogiendo a la gente de la oreja para que vayan...
En otras palabras, que los «inspectores de puticlub» de ANELA tenían la tediosa misión de visitar los prostíbulos aspirantes, para comprobar que los servicios ofrecidos por cada burdel y por sus trabajadoras eran satisfactorios... ¡Lástima de «inspectores»! ¡Cuán dura es su labor! ¡Tener que recorrer España fornicando y bebiendo de garito en garito ... ! Sin embargo, parece que algunos clubes, que habían sido merecedores de la «garantía ANELA», tras satisfacer todas las exigencias de sus «observadores», con el tiempo se enemistaron con la asociación de burdeles, hasta llegar a ser expulsados de la misma.
—Hay algunos clubes —explica Roberto— que estaban en ANELA y que ya no están. Si por lo que sea se decide que ese club infringe las normas de la asociación, se le da de baja y ya está.
—Pero la placa de ANELA, por lo que he visto, está incrustada en la pared. Si el propietario del club no quiere entregarla, ¿qué pasa?
José Luís Roberto duda un instante antes de responderme. Después, mira de reojo hacia el exterior del despacho, por donde transitan algunos de sus empleados de Levantina de Seguridad o de España2000 y concluye:
—Pues va y se retira. 0 sea, actuamos mano militaris. Es decir, vamos, quitamos los tornillos y nos la llevamos. Y si el agente tiene algún problema, que haga lo que tenga que hacer...
No pude evitar imaginarme a un grupo de skinheads, como los que aparecían en las fotos de Las Provincias o de El Mundo, o como mis ex camaradas en el movimiento neonazi, llegando a cualquier prostíbulo para arrancar manu militari la placa de ANELA sin más contemplaciones. Estoy seguro de que pocos propietarios de garitos se atreverían a discutir con aquella «guardia pretoriana» de la asociación. Una vez más, y como expongo en Diario de un skin, los cabezas rapadas son los encargados de hacer el trabajo sucio de los que mandan. Sin embargo, —es justo reconocerlo— Roberto no necesita una «guardia pretoriana» personal para ejercer la violencia, aunque sé que la tiene. Según recogió la edición valenciana del diario El Mundo, él mismo, en persona, junto con otros ocho corpulentos ultraderechistas, habían protagonizado un altercado en la calle de Carlos Cervera de Valencia, durante la manifestación contra la inmigración de aquel fin de semana, al intentar agredir a varios ultraizquierdistas que les increpaban. Fue necesaria la intervención policial para que Roberto y sus camaradas retomaran el curso de la manifestación.
—Bien ——continúo mi entrevista—, si yo tengo un club y conozco gente que tiene clubes, imagina que queremos entrar en ANELA. ¿Cuáles son los requisitos? Supongo que hay que pagar algo, ¿no?
—Claro. Esto no es una ONG. Se pagan 2.500 euros para cuota de inscripción y 625 euros trimestrales. Pero hay una categoría B para los clubes que son más pequeños, clubes que tienen menos de veinte mujeres trabajando. La cuota son 300 euros de inscripción y 200 trimestrales.
Está claro que ANELA es un lucrativo negocio. No sólo permite a los «inspectores» disfrutar de esos exámenes de los burdeles de toda España y de sus fulanas gratis, sino que aporta pingues beneficios económicos. A estas alturas de la entrevista, ya he llegado a la convicción de que Roberto conoce muy a fondo el mundo de la prostitución, así que decido tensar un poco más el hilo de mi fortuna, profundizando en otros aspectos.
—Supongo que en vuestras inspecciones de los clubes, os habéis encontrado todo tipo de cosas, ¿no?
—A mí personalmente me ha ocurrido encontrarme con un alto cargo de la administración, que públicamente ha dicho que la prostitución no tenía que ser legal, borracho y metiéndole mano a una chica en un club... 0 hay también muchas anécdotas de muchas mujeres de clubes, prostitutas, que luego terminan siendo las respetables esposas de muchos personajes influyentes. Yo me he encontrado en más de un acto oficial con personajes muy importantes, y al ver a su mujer la he reconocido de conocerla trabajando en algún club tiempo antes...
¡Bingo! Roberto está completamente relajado, no sospecha de mí, así que decido dar un paso más y hago una pregunta más arriesgada. Tomo de la mesa uno de los folletos de su candidatura a la alcaldía de Paterna y disparo:
—Veo que eres el líder de este partido político. ¿Y no es un poco contradictorio que seas el candidato de un partido nacionalista, que lucha contra la invasión de los inmigrantes, y a la vez el fundador de una asociación que vive de las inmigrantes dedicadas a la prostitución?
—Joder, eso decían en el Frente Español cuando me montaron la bronca, pero peor es lo de Blas Piñar. Su hermana es la propietaria del solar donde está el Showgirl que está en Joaquín Costa, n 39, y nadie le dice nada.
—¿Cómo? ¿Que la familia de Blas Piñar alquila uno de sus solares a un puticlub?
—Desde hace años. El club que está en Joaquín Costa. Aquí, en Valencia.
No doy crédito. El presidente de España2oc,o acababa de pronunciar el nombre del más famoso y veterano representante de la ultraderecha española, relacionándolo indirectamente con el negocio de la prostitución. Es mucho más de lo que podía imaginar. Que el presidente y candidato de un partido ultraderechista, que abomina de la inmigración, sea el fundador de una asociación nacional de burdeles es insólito; pero que la familia del «patriarca» de la extrema derecha española se beneficie indirectamente de los ingresos de un prostíbulo es el colmo.
Posteriormente encontraría referencias a este mismo asunto en foros neonazis de Internet como Disidencias, o ultracatólicos, como Foro Tomás Moro. En esos puntos de encuentro de la ciberultraderecha española, el fundador de ANELA no duda en acusar a Blas Piñar de lo mismo que él ejerce.
Por supuesto no bastaba con que José Luís Roberto lo dijese. Su acusación contra Blas Piñar resultaba muy grave. Desde el punto de vista político podría parecer que el líder de España 2000 pretendía desacreditar a su adversario ultraderechista, en la puja por acaparar los votos de la extrema derecha, involucrándolo en el negocio de la prostitución a través de su hermana. Así que el siguiente paso estaba claro. Si el director de Levantina de Seguridad y fundador de ANELA no me había mentido, el local Showgirl, donde las fulanas brasileñas, colombianas, europeas del Este o africanas vendían su cuerpo y su honra a los honrados españolitos blancos, sería propiedad de la hermana de legendario Blas Piñar. Y el único lugar donde podría averiguar irrefutablemente si tal información era cierta es el Registro de la Propiedad de Valencia.
Fueron necesarias muchas gestiones y seguir pistas falsas, con el consiguiente malgasto de tiempo y dinero. Roberto se había equivocado al darme la dirección del burdel. El Showgirl no se encuentra en el no 39 sino en el N. 41 de Joaquín Costa, y lógicamente el apellido Piñar no aparecía en el registro de la propiedad de las fincas del 39. Nuevo viaje a Valencia para comprobar la ubicación exacta del prostíbulo y... Voilá!
Roberto no me había mentido. Según los informes expedidos por el Registro Mercantil de Valencia a mi solicitud, tanto el local del prostíbulo como incluso su pequeño aparcamiento privado de Joaquín Costa no 41 son propiedad «en cuanto a la totalidad en pleno dominio con carácter privativo» de doña María Isabel Piñar López, con DNI 19691...
Al examinar los informes del Registro Mercantil valenciano no pude evitar una sonrisa burlona. Recordé a mis ex camaradas los skinheads, con los que había convivido durante meses, con los que en infinidad de ocasiones había discutido sobre el problema de la inmigración, y a los que había escuchado una y mil veces alabar la lucha contra la «invasión» de los extranjeros que protagonizaban sus líderes políticos de la ultraderecha... ¿Qué pensarán todos ellos al descubrir que los partidos políticos ultraderechistas a los que sustentan con sus votos no sólo no son consecuentes con la ideología que venden a sus jóvenes cachorros neonazis, sino que además se lucran indirectamente con las «negras», «moras», «sudacas» o «judías», a las que supuestamente tanto odian? Como ya expliqué en Diario de un skin y no me cansaré de repetir, al final los neonazis son, tan sólo, una panda de borregos ingenuos manipulados por sus líderes políticos.
En el caso del Showgirl existe un agravante, y es que este club en cuestión se vio en el eje de una compleja operación policial que, en junio de 2003, concluyó con casi una veintena de detenidos en diferentes ciudades españolas. Agentes del Cuerpo Nacional de Policía adscritos a la Unidad contra Redes de Inmigración y Falsedades Documentales (UCRIF) Central y la jefatura Superior de Policía de Valencia, la Unidad de Delincuencia Especializada y Violenta (UDEV) de Cádiz, la Brigada Provincial de Extranjería y Documentación de Córdoba y la Comisaría Provincial de Huelva desarticularon una red internacional de crimen organizado implantada en Valencia, Huelva, Córdoba y Cádiz, en la que estaba implicado el Showgirl, según me relataría personalmente el jefe de grupo responsable de la operación, en su despacho de la sede central de la Brigada de Extranjería de Madrid.
Las investigaciones comenzaron en noviembre de 2002, a raíz de la denuncia presentada por tres rumanas que alegaban haber sido captadas por las mafias de tráfico de personas, y trasladadas a
Valencia para ser obligadas a prostituirse, en burdeles como el Showgirl, mediante engaños y amenazas. En mayo de 2003 una menor de edad huyó de uno de los clubes valencianos de la red y denunció a la compatriota que la forzaba a ejercer la prostitución, y que resultó pertenecer a la misma organización. A partir de ahí se desata una investigación policial que concluye con la entrada y registro del Showgirl, y de otros pisos y burdeles pertenecientes a la misma red internacional de falsificación y tráfico de seres humanos.
Entre los dieciocho detenidos en la operación, destaca José Benito A. P., nacido en Mañufe (Pontevedra) en 1977, y encargado de controlar a las rameras del Showgirl de Valencia, y del Glamour de Córdoba, a las que amenazaba con armas de fuego, puños americanos y porras eléctricas. Entre ellas varias sudamericanas en situación ilegal, contra las que Blas Piñar o José Luís Roberto podrían proferir todo tipo de improperios en sus manifestaciones políticas y mítines ultraderechistas. Pero a ninguno de ellos les molesta que inmigrantes ¡legales como aquéllas ejerzan la prostitución en burdeles que estén relacionados con ellos o sus familias, aunque para ello las chicas, algunas menores de edad, deban vivir aterrorizadas por individuos como José Benito.
Pero aquello no era todo. Las sorpresas no habían hecho más que comenzar. Al buscar información sobre la fundación de ANELA en la hemeroteca, me encontré con el Boletín Oficial del Estado del jueves 12 de abril de 2001, fecha en que se publica la resolución de la Dirección General de Trabajo sobre la presentación del Acta de Constitución y Estatutos de la Organización Patronal «Asociación de Empresarios de Locales de Alterne» (Expediente N. 7.844). ¿Y quién es, según el BOE, el representante de ANELA encargado de presentar oficialmente a la federación de burdeles? ¡Tachán! Nada más y nada menos que mi viejo y admirado camarada don Eduardo A., alias El Duro, mano derecha de Ynestrillas, líder de Patria Libre y abogado del nazi Pedro Varela, propietario de la legendaria Librería Europa y cofundador de CEDADE. Eduardo A. aparecía repetidamente en el libro y en el documental Diario de un skin, pero en aquel momento no podía suponer que su relación con la federación nacional de prostíbulos me hiciese volver a toparme con él en esta nueva investigación.
Que el organizador de la manifestación contra la inmigración, repleta de skinheads, del día anterior fuese el fundador de una asociación de burdeles, donde el 99 por ciento de las rameras son inmigrantes, era paradójico; que la hermana del ultraderechista español más relevante de la historia moderna se lucrase indirectamente con el burdel Showgirl era contradictorio; pero que hasta el representante de dicha asociación en cuanto a los trámites legales en Madrid fuese el líder de Patria Libre, mano derecha de Ynestrillas y abogado del nazi más famoso de España, resultaba increíble.
En aquel momento de la investigación no podía sospechar que durante mi infiltración me encontraría a famosos empresarios, políticos y presentadores de televisión que también eran propietarios de burdeles españoles. Lo de José Luís Roberto, Blas Piñar o Eduardo A., de todas formas, no es más que un botón de muestra. De todos modos, en cuanto a las ideologías, creo que en Diario de un skin dejé muy claro que los cabezas rapadas son manipulados por sus líderes e ideólogos políticos, con lo que esto no era más que un nuevo ejemplo de su flagrante hipocresía. La consigna era expulsar a los inmigrantes... y fornicar con las inmigrantes. Lo más escandaloso es que muchas de ellas, dominicanas, nigerianas o cubanas, son negras. Me encantaría saber qué opinan las skingir1s sobre esto... ¿0 acaso no mestiza la raza un jerarca ultra cuando se folla a una negra? ¿Se excluye a los líderes de la lucha por la pureza racial? ¿Ejercen estos ideólogos un «derecho de primario» al que son ajenos los skins de base?
En algunos instantes de las entrevistas que concede Roberto no puede evitar que su ideología transpire sobre sus palabras.
—En tiempos de Franco estaban mejor, porque las prostitutas estaban censadas y tenían su correspondiente cartilla sanitaria. Aunque ahora el Senado ha creado una comisión para regular la prostitución, el Parlamento Catalán ha aprobado por el cien por cien un Decreto Ley por el cual se regulan los locales de alterne, el Parlamento Valenciano ya tiene consensuado un borrador de ley, y como un efecto dominó, ya se está trabajando en otras autonomías. Y en ANELA estamos luchando por eso y por conseguir una regularización de la prostitución, similar a la que hay en Alemania u Holanda.
En otro momento de la reunión, José Luís Roberto, que ya está completamente metido en su papel de Secretario General y jefe jurídico de ANELA, intenta demostrarme la magnífica labor social de su asociación, con un ejemplo personal.
—Nosotros estamos ayudando mucho a las chicas. Mira, esta chica es una nórdica que nosotros rescatamos. La habían vendido a una pareja que la puso a trabajar de prostituta aquí en Valencia. La golpeaban, le rompían vasos en la cara y le hicieron de todo...
El político ultraderechista y abogado de ANELA me enseña, en su ordenador, la fotografía de una joven extremadamente hermosa. Rubia, de ojos azules, estilizada, aquella valkiria representaba perfectamente el ideal de belleza aria.
—Nosotros nos ocupamos del caso y la retiramos de la prostitución. Le hemos conseguido trabajo de modelo y llevamos su caso a nivel judicial.
Mientras hablaba, los ojos de Roberto tenían un brillo especial. No estoy seguro de poder transmitir al lector la sensación que me producía su mirada mientras hablaba de aquella muchacha, vendida como una esclava sexual y llegada a Valencia desde los países del Este, como miles de muchachas similares. Pero yo reconocía aquel brillo en los ojos. Era el mismo que tenían mis camaradas skinheads cuando me hablaban de sus sueños de grandeza, del nuevo mundo que pensaban construir y de la revolución nacionalsocialista. Era la mirada de los adolescentes skins al contemplar las antorchas y las cruces célticas ardiendo durante la celebración de los solsticios, al pronunciar sus juramentos solemnes. Era la mirada de quienes se consideran los nuevos templarios, los guerreros místicos de la raza aria. Estoy seguro de que Roberto, de alguna forma, también se sentía una especie de caballero teutón, de guerrero patrio, salvador de aquella desvalida valkiria nórdica que, por cierto, y según averigüé posteriormente, terminaría trabajando como modelo para su empresa. He conseguido algunas fotos de aquella joven e información de su relación con Roberto, pero finalmente he optado por no publicarla, ya que su identificación podría perjudicarla notablemente. Y bastante ha sufrido ya. Ojalá ella y su familia puedan olvidar el infierno que ha vivido en los últimos tres años.
La conversación con Roberto continúa durante casi dos horas. Sin saberlo, tras responder pacientemente a todas mis preguntas, me facilita infinidad de pistas para profundizar en el tráfico de mujeres. De nuevo surge el maldito deseo de tentar una vez más a la fortuna y me aventuro a poner sobre la mesa un tema clave:
—Verás, te voy a ser sincero. A mí no sólo me interesa tener el punto de vista de las prostitutas y de los empresarios. Para comprender globalmente el fenómeno de la prostitución creo que lo ideal es conocer también la opinión de los proveedores... o sea’ de los transportistas... o sea, de los que se ocupan de traer a España a las chicas que luego terminan trabajando en los clubes.
—0 sea, de los traficantes... Eso es lo más complicado y lo más peligroso.
—Lo sé. Pero supongo que, aunque naturalmente ANELA no tenga nada que ver con las mafias, imagino que, al moveros en la noche, y hablar con tantas chicas, no sé, joder, a lo mejor conocéis a alguien que conozca a alguien que me pueda ayudar a Regar a los proveedores...
Y de pronto contesta algo que me coge desprevenido y termina de minar mis defensas psicológicas:
—Es que tú, entonces, lo que quieres es infiltrarte, ¿no? —¡Hombre, no tanto! —¡Coño!, pues entonces deberías leerte un libro que salió hace poco, de un tío con dos cojones que se infiltró en los cabezas rapa— das, el muy cabrón. Diario de un skin, se llama. ¿Lo conoces?
No podía ser. Era demasiado fuerte para ser verdad. Soy consciente de que puede parecer increíble, pero prometo solemnemente que ocurrió exactamente así.
Estaba sentado en el despacho del presidente de un partido ultraderechista, en la planta superior de una empresa de seguridad llena de skins, y su director, con un revólver y varias balas sobre el estante, me recomendaba leerme mi propio libro para aprender a infiltrarme en un grupo de crimen organizado. Pensé que me había descubierto y mi primer impulso fue echarme a llorar y entregarle mi cámara oculta suplicándole que me perdonase la vida. El segundo fue el de salir corriendo. Pero era consciente de que no tendría ninguna posibilidad de llegar ni siquiera a la planta baja. Así que me tragué el arrebato de pánico, mientras apretaba las rodillas para contener las insoportables ganas de orinar y le respondí intentando que el sudor que empezaba a caerme por la frente no me delatase.
—¿Diario de un skin? Sí, ya, claro, lo conozco... pero... eso no es tan complicado. Lo jodido es meterse en las mafias, eso sí que tiene mérito...
No sabía si el intento de menospreciar el trabajo de Antonio Salas resultaba convincente y esperaba su reacción. Tal vez Sólo sospechaba de mí e intentaba ponerme a prueba. Tal vez esperaba que me arrodillase pidiéndole clemencia y confesándole que yo era Tiger88. Pero no ocurrió nada. No percibí en su mirada ningún indicio de desconfianza. Y cuando me invitó a comer con él, terminé por convencerme de que no sospechaba de mi verdadera identidad. Probablemente había consultado las webs de los nazis y sus colaboradores, como el periodista de El Como, y creía saber la identidad real de Antonio Salas, así que no podría ni imaginar que en ese momento tenía al verdadero Tiger 88 sentado en su despacho. Mi ángel guardián había vuelto a ganarse el sueldo, y además una paga extra. Comprendo que pida la jubilación anticipada.
Roberto me recomendó que visitase algunos prostíbulos valencianos y me indicó por quién debía preguntar en cada uno. Sus consejos terminarían siendo proverbiales para facilitar mi acceso a las mafias del tráfico de mujeres tiempo después y en lugares, es justo reconocerlo, aparentemente alejados de ANELA. Cuando decliné su invitación para comer juntos —no podía seguir aguantando tanta tensión— me acompañó hasta la salida, mostrándome todos los secretos de su empresa de seguridad y charlando conmigo como con un camarada más.
—La semana pasada dos moros intentaron entrar a robar aquí. Hace falta ser imbécil. Porque además de las cámaras de vigilancia que tenemos por todo el edificio y que se ven, tenemos cámaras ocultas que no se ven. Mira, ves aquel puntito negro, pues aquello es una cámara oculta, pero si no entiendes de esto es normal que no te enteres...
Confieso que, a pesar del nerviosismo que me inspiraba aquel lugar, tuve que contener una sonrisa. Roberto no se había dado cuenta de que yo mismo portaba una cámara oculta y había estado grabándole desde que entré en su local. Imagino que no le hará ninguna gracia el día que lea estas líneas, pero confío en que lo encaje con deportividad.
—Y mira, éste es el armero, aquí tenemos las pistolas y demás armamento con el que los chicos practican. ¡Abre ahí y enséñale a este amigo las armas!
A una orden de Roberto, el encargado de la recepción abrió el armero y pude calcular que en aquella caja de seguridad había no menos de treinta armas de fuego semiautomáticas. Eso fue la gota que colmó el vaso. Cada minuto que pasaba en aquel lugar crecía la posibilidad de que cualquiera de los skinheads o ultraderechistas que frecuentaban aquella empresa pudiese reconocerme por haber coincidido conmigo en algún acto nazi durante mi infiltración anterior. Aún hoy no quiero imaginar qué habría pasado si hubieran descubierto que aquel tipo del bigote y del peinado ridículo era Tiger88. Agradecí a José Luís Roberto sinceramente su colaboración y todas las pistas que me había dado. Agradecí también toda la documentación que me había facilitado: dossieres, revistas de ANELA, etc.
Salí del Pasaje de Rusafa tan rápido como pude. A partir de ese momento tenía mucho trabajo por delante para conseguir entrar en uno de los suburbios más crueles y despiadados del crimen organizado: el tráfico de mujeres, pero entonces sólo podía sentarme en algún bar —las piernas no dejaban de temblarme— para beber una tila y fumarme dos o tres cajetillas de cigarrillos.

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